Las gotas de lluvia mojan el asfalto
como las lágrimas que aquella mañana temprana
podrián haber calado mis ojos.
No fué así.
Allí quedaste tú:
tan lejos y a la vez tan cerca.
La luz que desprendías alumbraba
los negros edificios de la Place de Guillemins
en Lieja.
Era, como ganarle la batalla al tiempo.
Reflejo de una cara de ángel
en el espejo del miedo.
Rosa Maria Vargas
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