Me levanté una mañana
recordando mi niñez,
orgullosa estoy de ella
recordarla es un placer.
Nací en los años cuarenta
en un rincon de la Mancha.
Zaorejas se llama el pueblo
y de él estoy encantada
porque somos una gente
sencilla y apasionada
del recuerdo de aquel tiempo
de aquella niñez tan sana
sólo sufrian los padres
porque no habia de nada
para ofrecer a sus hijos.
Sólo con buenas palabras
nos hacian ignorar
las peripecias que ellos pasaban.
Por eso yo fuí feliz.
Por eso no me entereba,
me arropaban con amor
y del cariño gozaba.
Dia a dia fuí creciendo
con una hermana mayor.
Los padres se iban al campo
y nosotras con la abuela.
No nos faltaba cariño
y siempre aprendiendo de ella.
Recuerdo sin recordar
los añitos que tenía
que a coger moras me fuí
y el delantal que llevaba
por mala suerte rompí
me fuí llorando a mi abuela
y se reia de mi.
Me abrazó con gran ternura,
me hizo sentar a su lado
y así me enseñó a zurcir.
Me iba haciendo mayor
y aprendiendo el catecismo
llegó mi primera comunión.
Un dia maravilloso,
un día con tanto gozo de amor
que el fervor que yo sentía
lo conservo todavía
dentro de mi corazón.
Y volviendo a recordar
aquella feliz niñez,
aunque juguetes no había
cualquier cosa nos servía
para el tiempo entretener.
Jugábamos en la plaza
donde vivian mis abuelos.
Nuestros juegos: la rayuela,
las vistas, los corros, los zuecos,
estos últimos inventados en el pueblo,
con dos botes de hojalata
una cuerda y dos agujeros.
Nos subiamos encima,
si quereis luego os lo cuento.
Eran mejores patines
que los que tiene mi nieto.
Por ser un pieblo de secano
ni siquiera fruta había.
Gracias a los valencianos
que naranjas nos traian.
Como no habia dinero
para poderlas comprar
a cambio de trapos viejos
las podiamos probar.
Para tenerlas más tiempo
para dos cosas servían,
enlairándolas jugaba
y cuando ya blanda estaba
con ganas me la comia.
Otra cosa a recordar
tambien con mucho cariño,
que a veces no iba a la escuela
y haciendo algunos novillos
a pastar yo me llevaba
unos cuantos corderillos.
Éstos estaban enfermos,
necesitaban cariño.
Y mientras ellos pastaban
yo disfrutaba, saltaba
y cantaba como un pajarillo.
Ahora siento nostalgia
porque el recuerdo
está vivo.
María Abad