Desnudo viene el sol al horizonte,
turbada nube anuncia su osadía,
el mar está en reposo, se abre el día,
las sombras cobran vida sobre el monte.
Despierta el polizón, mudo sinsonte
que boga sin pasaje en la gran vía,
su mísero equipaje bien podría
estar pidiendo a gritos su remonte.
Su orgullo lo colgó de una farola,
su fe se derrumbó sobre sus pasos,
sus sueños los perdió por el camino.
Dejó su dignidad en los fracasos,
y culpa a la crueldad de su destino
tener su voluntad sobre una ola.
II
El mar alza sus olas, grita el
viento,
el barco titubea, se estremece,
tropieza el polizón que ya aparece
desnudo entre el pasaje en movimiento.
Sus ojos ponen voz al pensamiento,
su rostro ante su grito se oscurece,
el rictus de sus labios se estremece
dejando en libertad al sufrimiento.
Su mano busca apoyo en la caída
y agarra, sin querer, la indiferencia
que pasa por su lado distraída.
Y envuelto en el fracaso de su vida
e hiriendo a la crueldad de su existencia
se alza sobre el jugo de la herida.
III
El sol vuelve al refugio de su
ocaso
dejando a la ciudad en parpadeo,
se acerca sigiloso el dios Morfeo
dejando incertidumbres a su paso.
El hombre, que escondido en su fracaso,
derrocha la rutina en su paseo,
devuelve la carencia al titubeo
buscando un frío lecho bajo el raso.
Arriba, en lujoso camarote,
donde goza de trono un crucifijo,
se eleva una oración con estrambote.
Y abajo en el desden de un viejo bote,
a un polizón envuelto en acertijo
le mandan al infierno de rebote.