23 de mayo, 11:11
de la mañana, Turo Park.
Estoy sentada en
un banco de madera bajo este tejado de cañas y barro.
Mientras llegas,
delicadamente hojeo tus poemas de amor,
cautivos de la
Osa Menor;
yo los libero y
los lanzo al viento.
Homero me escucha
pacientemente
mientras Thomas
Hardy me mira, pero juguetón corre
tras una chica de
ojos azules.
Juntos paseamos
tú y yo leyendo poemas alderedor del lago.
De fondo suenan
viejas melodías de Pau Casals
y las magnolias
del parque nos deleitan con su aroma.
Tendremos que
tomar ese café, me dijiste. Será un placer.
Ese día supe que
solo por vivir ese momento
ya valió la pena
ser barro, para que tú,
"mi"
maestro de cálculo de estructuras,
moldeases con tus
manos este tejado del Turó Park
que cobijó
delicadamente nuestro sueño eterno.
Refugiados en él,
recalculamos nuestro origen primigenio
sabiendo que yo
no construiré más sueños imposibles
y tú quizás
derribarás con pasión ese "No te merezco"
Tomaremos ese
café el día 2 de junio a las once.
Te contesté: será un placer.
Fue en ese
preciso momento cuando cocí a alta temperatura
el primer azulejo de la cripta de nuestra próxima casa.
Ese día, como
todos los días de mi vida,
fuiste mi amor
fiel, solitario, agradecido y nada brusco.
Tú, mi arquitecto
y también mi alfarero,
el que moldeó mi
estructura
hecha de cañas,
de barro y de hierro.
Hace mucho
viento, padre, suelta el hilo de mi cometa,
volemos juntos
donde no existe espacio ni tiempo.
Y en esta taza de
café hoy seré tu brillante espejo
y tu bello
recuerdo.
Yo, la hija que
te esperaba;
ella, nuestro
ángel del tiempo.
Ese día tú y yo
nacimos a la verdadera poesía.
Rosa Maria
Del nuevo libro "Palabras de Estrellas Eternas"