26.8.14

UN CAMINO EQUIVOCADO





 

  ¡Que cargadas de silencio
vienen las horas que pasan
y van dejando en el tiempo
sus horas amontonadas! 
  ¡Cuánto silencio en las horas!
¡Cuánto silencio en la estancia!
¡Cuánto silencio en los pasos!
¡Que silencio en las miradas! 

  ¡Cuánto silencio en los ojos
de esa mujer solitaria
que deja pasar el tiempo
como si no la importara! 
  Mas, hoy, veintitrés de abril,
fiesta de flores y hazañas,
hay libros para los hombres
y rosas para las damas. 

  Ella, no quiere mas flor
que la que tiene guardada
en una cajita de oro
con un corazón de nácar. 
  Una caja que ella abrió
apenas entró en la sala
y que besa con unción,
como si fuera sagrada. 

  En ella duerme una rosa
tan marchita y arrugada,
como sus dedos de lirio
y su carita lunada. 
  Mas, ¿por qué besará esa rosa
tan antigua y oxidada?,
porque la duele el recuerdo
que está gritando en su alma.

  Porque esa rosa no es solo
una flor de madrugada
que termina cualquier tarde
en cualquier mesa olvidada. 
  Esa rosa es mucho más,
ella es la primera alhaja
del primer y único amor
siendo niña enamorada. 

  Un amor que se perdió
como se pierde la llama
de una vela que se enciende
cuando el viento no está en calma. 
  Mas, esa llama perdida,
aun le abrasa las entrañas,
por eso lleva esa rosa
celosamente guardada. 

  ¡Cuánto la grita el recuerdo!,
pero, que digna es su calma,
por eso siente unos pasos
que ya han roto una distancia. 
  Alza su rostro cansado
y se convierte en estatua
al reconocer el libro
del hombre que la observaba. 

  Es un libro viejo, antiguo,
cual su rosa vieja y sacra,
que siendo nuevo compró
y fue regalado al alba. 
  Ahora recuerda los ojos
que tanto la acariciaran,
el, tampoco la olvidó,
se lo nota en la mirada. 

 ¡Aún la mira con calor,
vuelve a resurgir la brasa,
se rompió la soledad
tras la senda equivocada. 
 La rosa vuelve al color
por dos lágrimas regada
y el libro de vuelve a abrir
esta vez, para abrazarla. 

  El silencio del asilo
se ha convertido en balada,
pues están cantando a coro
dos manos entrelazadas. 
  Hoy, es veintitrés de abril;
San Jordi alegre cabalga
sobre un caballo de nubes
con los estribos de plata
y dos llamas sobrepuestas
en la punta de su lanza.



                           Nicanor López





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