Aire que buscas mi rostro
entre las
sombras de un sueño
cuando el
alba se entristece
al ver al
ocaso abierto.
Luego refrescas mi frente
con la
caricia de un beso
antes de
irte a la mar
donde está
tu húmedo lecho.
Allí, calmaras las olas
de tus
sábanas de ensueño
llevándote
sus espumas
al abismo
del silencio.
Después cerraras tus ojos
entre
suspiro y bostezo
para
quedarte dormido
bajo las
sombras del cielo.
El cielo enciende sus brillos,
el mar
arropa tu aliento,
calma el
agua tus suspiros,
la luna
vela tu sueño.
Más tarde, cuando el Dios sol
se asoma
al balcón del tiempo,
tú
volverás a tus olas,
a tus
espumas, tu viento.
Empujarás a la niebla
y a sus
corrompidos velos
allá,
donde las montañas
escupen al
firmamento.
Después vuelves a mi rostro,
a mis
brazos, a mi pecho,
para que
corra la sangre
libre por
todo mi cuerpo.
Aire purificador
capitán de
los veleros,
pulmón de
la primavera,
del verano
y del invierno.
Niño grande del otoño
que con
sus manos de viento
juegas con
las hojas muertas
que el
árbol dejó en el suelo.
Nicanor López
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