Estaba
triste la rosa
porque
una espina tenía,
sin
oír al jardinero
que
a menudo la decía,
lo
bella que la veía.
Se
lamentaba la rosa
olvidando
su perfume
y su
bello colorido
porque
una espina tenía.
Aunque
venía la gente
de muy remotos lugares,
sólo
por ver a la rosa
en
toda su lozanía,
y
alababan su belleza,
ella
nunca, a nadie escucho,
y
estaba desconsolada
porque
una espina se vio.
Así llorando la rosa
discurrió
su corta vida,
sus
hojas se marchitaron,
sus
colores se apagaron
y su
embriagador perfume
a nadie más regaló.
Apenas
sin darse cuenta
de
un momento para otro,
nuestra
bellísima rosa
un
día nos dijo adiós.
Murió
sin haber vivido,
pendiente
de aquella espina,
sin
pensar por un instante
el tesoro que tenia
Ángela
Bueso
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