Una orilla blanca, una orilla negra,
y en medio mi barco navega, navega,
buscando una orilla ni blanca, ni negra,
una orilla verde color primavera
con pájaros verdes, con verde arboleda,
con hermosas flores de frutos que esperan
a crecer sin hielos de negras quimeras.
Una orilla blanca, una orilla negra,
y en medio mi barco navega, navega,
una vela blanca, una vela vieja
que el viento castiga con toda su fuerza
y empuja mi barco hacia las tinieblas,
ahora que lo tumba, ahora lo endereza,
ahora que se hunde, ahora casi vuela,
igual que un juguete en manos traviesas
del niño que rompe, que llora, que juega.
Una orilla blanca, una orilla negra,
y en media mi barco navega, navega,
el viento se calma, otra vez la brega
buscando esa orilla verde primavera
donde no haya nubes negras de tormenta
manantial de rayos de estupidas guerras,
ni rios fangosos de lágrimas negras,
de hojas caidas, de ramas ya muertas.
Una orilla blanca, una orilla negra,
y en medio mi barco navega, navega,
y otra vez el viento viene con su fuerza
a llenar mi barco de aguas revueltas
y vuelven las nubes negras de tormenta
que mandan sus rayos a quemar mis velas,
es tanto el esfuerzo, es tanta la brega,
que el timón ya viejo pronto està a la quiebra.
Una orilla blanca, una orilla negra,
y en medio mi barco sin rumbo navega,
lejos de esta orilla de esperanzas nuevas
¿Donde está ese puerto que a mi barco espera?
Una orilla blanca, una orilla negra.
Nicanor López
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